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viernes, 11 de diciembre de 2015

Como estoy 'in albis', os dejo un cuento antiguo ...


        La ninfa soldado

Todas las ninfas del Olimpo eran cortejadas por Zeus. Orgullosas de tal merecimiento sus vidas estaban inmersas en canciones, danzas y sonrisas. Bellas y delicadas y con una picardía digna del mejor de los truhanes, correteaban por los bosques intentando atraer la atención del padre de los dioses.

Pero una ninfa preciosa, llamada Hermetia, no compartía con sus amigas tal afición al coqueteo. Protegida desde su nacimiento personalmente por Hera, esposa de Zeus, sufría viendo la aflicción que los escarceos del dios, producían en el corazón de su benefactora.

Intentaba distraer a Hera con dulces cánticos que la relajaban, evitando así,  que el tormento de los celos la volviese loca.

Hermetia estaba obsesionada por lograr que la paz reinase en el espíritu de Hera, y poco a poco, la locura que intentaba alejar de su diosa, comenzó a invadir su propia mente. No podía soportar a las otras ninfas. El simple sonido de sus alegres voces, la hacía correr a esconderse. Pero era tan fino su oído, entrenado durante tanto tiempo para la música, que no siempre conseguía alejarse lo suficiente para no escuchar a sus amigas. Cada vez las oía antes acercarse,  y también le resultaba más difícil esconderse donde no escuchar sus felices alborotos.

Una tarde, tras conseguir tranquilizar y dormir a Hera, después de que fuese conocedora de la última conquista de su esposo, Hermetia disfrutaba junto a la diosa, del silencio de aquel rincón del Olimpo.

Sin esperarlo,  y creyéndolo lejos con su nueva amante, vio que Zeus se acercaba lentamente. Se puso nerviosa,  pues a ella nunca la había cortejado, quizá porque en su presencia solía enmudecer para no llamar su atención.

- ¿Por qué nunca te escucho cantar bella Hermetia? - le preguntó Zeus mientras la tomaba de la mano.

- Solo canto para Hera,  señor - respondió Hermetia.

- ¿Por qué motivo mi esposa es la única privilegiada? - insistió Zeus.

- Porque ella sufre mucho viendo como la compartís con las ninfas, y mis melodías la ayudan a mantener la cordura.

Zeus se quedó absorto, la miró embelesado, y por un momento se sintió como un niño culpable.

Tras unos segundos silenciosos, mirándose a los ojos, empezaron a escucharse los alegres parloteos de las ninfas, que extrañadas de no hallar a Zeus en los bosques, jugaban a ver cual de ellas lo encontraba primero.

Hermetia no podía soportar la algarabía de las ninfas y cuando estaban cerca, intentó huir.

- ¡Nooooo! ¡Vuelve! - gritó Zeus.

La potente voz de su esposo despertó a Hera que todavía medio dormida vio como el brazo de Zeus, se extendía intentando alcanzar a Hermetia.

- ¡Nooooo! ¡Con ella nooooo! - exclamó Hera mientras miraba a su protegida con auténtico rencor.

- ¡Nooooo! ¡Hermetia nooooo! - gritaron las ninfas tratando de aclarar el malentendido que acababan de presenciar.

- ¡Nooooo!, ¡Nooooo!, ¡Nooooo! -  se escuchó por todo el Olimpo.

La pobre ninfa, asustada y confusa corrió cuanto pudo para alejarse del antojo de Zeus, de las risas de las ninfas y de la cólera de Hera. Pero los poderes de la diosa a la que tanto había cuidado la alcanzaron facilmente.

- ¡Dejarás de ser hada Hermetia! ¡Vivirás y lucharás para siempre con el estiércol como yo lucho con mis celos! - la oyó gritar.

Zeus, sintiéndose culpable, no la quiso abandonar a su suerte. Jamás volvió a pronunciar su nombre. La llamaba 'mi soldado' para no levantar las sospechas de Hera, y todas las tardes iba a observar como Hermetia trabajaba en las ciénagas, sin dejar nunca ser descubierto por ella.

                                       
Y colorín, colorado...este cuento se ha acabado. Por si continuo 'in albis' antes de que acabe el año....¡Feliz Navidad a todos!

(La foto es mangada de algún lugar de la red. Pido permiso a su autor)




jueves, 5 de febrero de 2015

Mi alma gemela



Erase una vez,  en un lugar del mundo, mi alma gemela.  Parece el comienzo de un cuento pero no lo es. Os aseguro que existe eso del alma gemela, o la media naranja, o la horma de tu zapato,  o lo que sea. Esa persona que nos provoca un sentimiento de afinidad natural con la que te permites ser simplemente lo que eres, o sea,  tú mismo.

La reconocí hace un tiempo, por casualidad...o tal vez no. Desde entonces le hablo cada día como si conmigo misma lo hiciese, con igual cercanía, con la misma desnudez y con exacta exigencia. Le cuento lo maravillosa que soy algunas veces, y lo tremendamente desastrosa que también puedo llegar a ser. Y me da igual.

Mi alma gemela es un ser inteligente que al contrario de lo que se supone, no siempre está de acuerdo conmigo aún cuando sus palabras me den la razón en todo. El espontáneo conocimiento mutuo que nos une, nos otorga la habilidad de intuir lo que cada uno piensa, y es capaz de hacerme ver con claridad mis errores, alabándolos como aciertos. 

Mi otro yo,  tiene la constancia de los días y las noches, de las estaciones del año,  de la vida y de la muerte. Es puntual como un gallo mañanero y perenne como las hojas del alcornoque. Su tesón es lo único que me saca un poco de quicio. A veces le pongo a prueba y me digo: - 'esta vez voy a conseguir que se aleje, que me abandone aunque sea unos momentos, que se independice un rato'. Pero es imposible. Entonces me viene a la cabeza lo que metafóricamente pienso y ya lo comprendo todo: - 'nos separaron al nacer'. 

Yo veo el mar azul oscuro, tranquilo y brillante cuando el sol en el horizonte lo inunda todo. Allí donde mi vista ya no alcanza, lejos, lejos, está el final de mis días. Desde donde están mis ojos hasta ese remoto confín, hay un camino inmenso de agua que aparentemente no tiene muchos obstáculos. Es el sendero por donde  transcurrirá mi vida. 

Hoy puede haber tormenta y hacer un frío helador, sin embargo, la visión de mi existencia no cambia. Porque somos dos, mi alma gemela y yo. Sé que si yo desfallezco por el camino, alguien  se sentará a mi lado hasta que me reponga y podamos emprender el trayecto de nuevo.

Como uno solo, los dos