Es un
proyecto personal que me lleva rondando desde hace tiempo, pero que por poner demasiada atención en el
continente, más que en el contenido, he ido postergando y postergando...hasta
esta tarde.
La
vida es así. Durante días, meses e incluso años forjamos sueños que no pasan
de ahí. Llegamos a convencernos de
que nunca se cumplirán y que acompañaran nuestra existencia únicamente como vía
de escape ocasional. Tengo un sueño, o
sea vivo. Pero si los sueños son persistentes, si nos hemos prometido a
nosotros mismos llevarlos a cabo, si nos vemos capaces, si rumiamos
constantemente como conseguirlos, un día te levantas y ¡zas!... ¡ahí está!...
¡lo estás haciendo!
Lo
primero que te preguntas es: ¿pero por qué no lo he hecho antes?
Pregunta que irá a parar al saco de los grandes enigmas de la humanidad, por supuesto. Yo tengo cantidades
astronómicas de este tipo de preguntas que ya iré contando, hoy no.
El
caso es que esta tarde, cuando conducía para recoger a mis hijos del
colegio, lo vi claro. ¿Que eres? me preguntaba. El coche iba solo.
Llevo haciendo ese trayecto diariamente desde hace 13 años y esto, junto
con mi habitual tendencia a la
dispersión, hace que a veces, me
'teletransporte', (cosa nada recomendable) es decir, salga de casa y llegue a
mi destino sin ser consciente del camino recorrido. Insisto, al volante, mucha
atención. El caso es que, ensimismada
en mis pensamientos y cuestionándome un montón de cosas de la vida y de mi
vida, de repente me vino a la mente una frase...crucial.
Me
sentí al mismo tiempo muy contenta y un poco triste. Parece una
contradicción, pero no lo es. Se puede
estar feliz y triste a la vez. La alegría obviamente era por haber encontrado
la idea. Estaba eufórica, deseando volver a casa para escribir. Tenía miedo que
se me olvidara...otro de mis males. Lo olvido todo. Y la tristeza, bueno, si
tengo que ser justa, no era tristeza como tal, era más bien una lánguida resignación, esa sensación que te
provoca reconocer que no estás por encima de la media pero que tampoco te
importa mucho, porque estás a gusto en tu pellejo.
Pues
ahí iba yo, emocionada, en mi pequeño y poco cuidado coche, pero con la ITV
recién pasada con nota (ya os contaré cosas de la ITV...), cuando recordé que tenía que ir al súper.
Desconecto el 'teletransporte' por los pelos, casi me paso el desvío a
Mercadona y ¡hala! ¡a hacer la compra!
A
pesar de llevar todas mis necesidades alimenticias y de limpieza perfectamente
apuntadas en una improvisada lista, al final como siempre, ni compré todo lo que necesitaba ni
necesitaba todo lo que compré. ¿Por qué mi lista de la compra y mi carro
nunca se ponen de acuerdo? Ella es ahorradora, disciplinada y está muy
concienciada con la salud, la dieta mediterránea, la pirámide nutricional y
todas esas cosas. Pero él es insaciable, goloso, vago y un despilfarrador.
Reanudé
mi viaje, ya estaba cerca de los coles y a los pocos minutos estaba recogiendo
a mi hijo mayor. Hijo mío...., y de la
tecnología, claro. No porque hubiera
tenido dificultades para quedarme embarazada, ¡qué va!, simplemente porque este chico no trajo una
barra de pan, no. Este vino con las Google Glass puestas...Que pasmosa
facilidad para la informática, que prodigio de las aplicaciones móviles, que
portento de la World Wide Web...
Como
la diferencia generacional y el ejercicio de nuestros diferentes roles,
madre e hijo no son suficientes, tenemos la tecnología para meter el dedo en la
llaga....Mi hijo me sitúa en el Paleolítico. Y no en el Superior,
o Medio, directamente en el inicio del Inferior, o sea 2,5 millones de años AP
(antes del presente).
Total
que necesitaba su ayuda. La tecnología blogger se me escapa. A mí dame una hoja
de Word en blanco y me apaño, lo malo es
que luego, no sé qué hacer con ella
aparte de guardarla en una carpeta del caótico escritorio de mi ordenador “a
pedales”. Que conste, que tengo un portátil nuevo, gama barata pero mucho más
moderno. ¿Y por qué no lo estoy usando? Pues porque Windows 8 está 'guay del Paraguay’...pero no
me obedece, y además me estresa. Espero escribir la segunda entrada de mi blog,
o la tercera, bueno...o alguna, en mi superportátil pero por ahora, lo tengo
castigado hasta que se convenza de que la que manda en casa soy yo.
¿Dónde
estaba? ...¡ah! Le iba a pedir a mi hijo que me diseñara un blog. No
sabía cómo encarar el tema. Las peticiones de mamá siempre son “raras” y nunca
urgentes. 'Haz la cama', 'ordena tu cuarto', '¿te importa
bajar a la tienda que no tengo arroz y estoy haciendo una paeeella?',
'¡hijooooo, mata ese bicho que tu hermana tiene pánicoooo!
(disimulando que la del pánico soy yo,
claro)....Pues nada, nunca resulto convincente. Así, que para evitar que el bicho se reproduzca y
se me instale en casa con toda su familia,
antes de que mi hijo decida acudir en mi ayuda, termino arreándole yo un
escobazo, con los consiguientes gritos y saltitos, esos movimientos de pies
para arriba y para abajo que hacemos las mujeres ante la cercana presencia de
un insecto sospechoso, aunque este
muerto y 'remuerto'. No sé... ¡siempre
queda posibilidad de que resucite y te
suba por las piernas!
¿Pongo
voz autoritaria? o ¿se lo pido tristemente a ver si le doy pena?.... pensaba yo
cuando mi hijo subió al coche. Esperé a que me contara que tal su día en el
cole y cuando terminó de hablar, no recuerdo que tono utilicé (para usarlo
siempre, digo) le espeté: - 'Hijo, hoy me tienes que hacer un favor:
quiero que me hagas un blog'. Me miró y tardó unos segundos en contestar,
que a mí me parecieron años. - ¡Vale! - me dijo. - ¿Vale?
- pensé yo...eso significa si, o por lo
menos...no significa no. - ¿Y cómo se va a llamar? me preguntó. -
'La vida estándar', - le
contesté. - 'Bien', - añadió él'. -'Increíble' - pensé yo.
Por
supuesto, comenzar una conversación profunda conmigo para saber por qué había
elegido ese nombre, ya era demasiado para ese día, así que sin más
preguntas, cuando llegamos a casa me
hizo un blog, bueno, más bien 'un
espacio', donde publicar mis post
que no son otra cosa que la salida a la necesidad que tengo de escribir. Me
encanta contar historias, mías y de otros (tranquilos amigos y conocidos). Me
parecen alucinantes casi todas las cosas que nos pasan cada día. En términos
generales me gusta mi vida, y también me atrae la de los demás, no por
curiosidad o cotilleo, simplemente por su contenido en sucesos, anécdotas,
aventuras, sentimientos, experiencias, afectos, sensaciones,
interrogantes...vivencias en definitiva. Todos tenemos algo que contar.
Lo de
La vida estándar no tiene más explicación que considerar que tanto yo
como mis circunstancias, obedecen a una existencia normal, como decía antes, ni
por encima ni por debajo de la media, que ya es bastante por cierto. Y que siendo
madre me haga bloguera, eso ya es el colmo de lo corriente, vaya. Pero
descubrirlo, ha sido genial.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar